Hace unos días, mi madrastra dejó a su hija con mi padrastro, y era un espectáculo para contemplar.La joven, apenas de 18 o 19, se quedó sola con el hombre maduro, y no pude evitar sentir una extraña excitación.Sabía que esto estaba estrictamente prohibido, pero había algo sobre la forma en que la miraba que hacía acelerar mi corazón.Mientras miraba desde la distancia, lo vi desnudarla lentamente, revelando cada centímetro de su cuerpo juvenil y tonificado.Sus manos exploraron cada curva y grieta, sus ojos nunca abandonaban los suyos.Era un espectáculo para ver, una mezcla de tabú y deseo que me dejaba sin aliento.El viejo, mi padrafo, era un verdadero profesional, tomándose su tiempo para darle placer de maneras que nunca había experimentado antes.Era una escena que se quedaría conmigo por mucho tiempo, un testimonio del poder del deseo prohibido.