En un reino donde el placer y el dolor se entrelazan, yo tomo el control del trasero de mis esposas, empujando sus límites en un baile de intensa acción anal.Mis dedos, hábiles en el arte de la exploración, la provocan y la preparan para la embestida de placer que le espera.Mientras la embisto a ella, sus gemidos resuenan por la habitación, una sinfonía de éxtasis que aviva mi deseo.Cada embestida más profunda que la última, estirando sus límites y empujándola a nuevas alturas de placer.La vista de su rechinido con sudor, su cuerpo retorciéndose de placer, es un espectáculo para contemplar.Esto no se trata solo de satisfacción física, sino de un testimonio de nuestra pasión compartida, un bailo de dominio y sumisión que solo entendemos.Y a medida que se acerca el clímax, sé que no importa cuánto empuje, ella siempre volverá por más.