Mi padrastro y yo tenemos una paciencia de naturaleza romántica, íntima, como podrías decir. Los dos tenemos una aventura tabú; lo único tabú es la emoción que obtenemos de ella, desde las sesiones de mamadas, hasta el sexo anal. Nuestro garaje se convierte en un corral donde nos tocamos, sentimos y adoramos, terminando en orgasmos que nos vuelan la mente.