Mi esposa, con su esbelta figura y sus seductoras curvas, siempre ha sido una vista cautivadora para contemplar.Y cuando decidió hacerse cargo y montarse a horcajadas sobre mí, la vista no era nada menos que impresionante.Sus ojos, llenos de una ardiente pasión, eran una clara indicación del salvaje paseo que estaba a punto de desplegarse.Me cabalgó con una habilidad y un fervor que me dejaron asombrado.Sus movimientos fueron rítmicos, cada embestida se encontró con una ansiosa respuesta de su cuerpo.La habitación se llenó con el sonido de nuestras respiraciones jadeantes y la dulce sinfonía de nuestros cuerpos moviéndose en perfecta armonía.Sus gemidos se hicieron más fuertes con cada segundo que pasaba, un testimonio del placer que estaba experimentando.Y a medida que el clímax se acercaba, no se aguantó cada embestada con una intensa embestida propia, nuestros cuerpos se movían en un perfecto baile de lujuria y deseo.La vista de mi esposa, perdida en el éxtasis de placer, fue un espectáculo para contemplar.
